viernes, 3 de junio de 2011

Aracne

“Ovidio, que dio belleza literaria a tantos mitos y leyendas, nos habla de Aracne como de una doncella de humilde condición, hija de Idmón, un simple tintorero de lanas en la ciudad de Colofón. Aracne vivía en el pueblo de Ipepo y se había ganado una gran reputación por el primor de sus tejidos, que hacía con una lana que ella misma hilaba. Envanecida por su maravillosa habilidad, un día dijo: “Puede Atenea venir a disputar conmigo. Si soy vencida, me someteré al castigo que me imponga”. Herida la diosa por estas palabras, tomó la figura de una viejecita de blancos cabellos y habló así a Aracne: “Conténtate con la fama que has logrado, pero no trates de igualarte a una diosa”. Aracne contestó  con palabras insolentes y se atrevió  a preguntar a la viejecita por qué Atenea no se presentaba tal como era. Entonces la diosa, abandonando su avejentada forma, se mostró con las señales de su dignidad y aceptó el desafío, tras lo cual ambas se disponen al trabajo y trazan sobre su tejido antiguas historias. Atenea representó en el suyo el pleito que tuvo con Poseidón sobre el nombre que debía dar a la ciudad de Atenas. Aracne, por su parte, representó sobre su lienzo a Europa seducida por Zeus bajo la figura de un toro. El trabajo era tan perfecto, que se hubiera creído, realmente, un verdadero toro y un verdadero mar. (…). Y estaba tan bien ejecutado, que Atenea no pudo encontrar ningún defecto. Entonces la diosa llena de ira y de despecho, reprendió con vehemencia la veracidad de las tejidas historias, y con la lanzadera rasgó de arriba abajo el tapiz y golpeó fuertemente la cabeza de Aracne, quien , presa de desesperación, huyó. Pero Atenea la sostuvo en el aire y le habló de esta guisa: “vivirás, insolente Aracne, siempre suspendida así; tal será tu castigo para toda la posteridad”. Y antes de marcharse, Atenea arrojó sobre Aracne el jugo de una hierba ponzoñosa que le hizo caer los cabellos, la nariz y las orejas; su cabeza y su cuerpo disminuyeron; las piernas y los brazos se convirtieron en sutilísimas patas, y el resto del cuerpo se trocó en un grueso vientre. De esta manera, convertida en araña, Aracne sigue tejiendo con sus hilos, como había hecho antes y seguirá haciendo eternamente……..”.

Agustín Bartra: Diccionario de Mitología.

 “Imperfecta”.
Fotografía propia. Allariz, Ourense, mayo 2010


Este mito está magistralmente plasmado en el cuadro Las Hilanderas de Velazquez, última gran obra del pintor, en la que alcanza el máximo desarrollo de su pincelada “impresionista” que tanto cautivó a pintores posteriores. Esto junto a la perspectiva aérea o el movimiento que imprime al cuadro, y que nunca había sido expresado en pintura hasta el momento (1657) - la rueca que se mueve cuyos radios desaparecen y en el que apenas se ve la mancha circular de la mano que la mueve-, lo convierten en una obra maestra.



La Fábula de Aracne o Las Hilanderas


Detalle



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